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Jugando con las hadas.
© Susun S Weed.

(Frolicking with the Fairies)
Traducción de Carmen Valenzuela-Cervantes


Mi amiga Elsa siempre les hablaba a las plantas. Yo pensaba que estaba loca, una locura inofensiva, pero fuera de la realidad, sin duda. Hasta que les oí reírse a las plantas.

Era el otoño de 1980, volvía a casa después de una cena inusual afuera tras un curso de curación intensivo en mi tierra de los Catskills. Miré el correo. Un correo inusual contenía un cheque de 500 dólares, firmado Madre Naturaleza, y esta nota: “Es mi cumpleaños y no podía pensar en un regalo mejor que darte el medio de construir un refugio donde dar clases”.

Maravilloso. Sorprendente. ¡Incluso en aquel entonces, quinientos dólares no habrían dado para el suelo, ni para las paredes solas, ni el tejado! ¿Qué edificio podía construir con una cantidad de dinero tan pequeña? Vi la respuesta en un sueño.

Compré un tipi. Llegó. Lo monté. Decidí dormir en él, al menos hasta que llegara el frío. ¿Has dormido alguna vez afuera? Si lo has hecho, sabrás que hace mucho ruido por la noche. La oscuridad está llena de ruidos: mosquitos y grillos, cigarras y ranas, salamanquesas y vampiros, tapacaminos y coyotes. Esos sonidos pronto fueron el fondo de mis noches en el tipi.
El fondo de los ruidos estruendosos que hacían los monstruos fuera del tipi. Es increíble el ruido que puede hacer un animal pequeño en la oscuridad. No había monstruos afuera, por supuesto, más que los animales de turno: mofetas, mapaches, ardillas voladoras, y algún ciervo. Cuando empecé a reconocer el sonido de los monstruos, se volvieron tan comunes como otros ruidos, y me relajé más aún. Ahí fue cuando empezaron las risas.

Al principio era una pequeña risita, de alegría contenida. Después creció hasta que se convirtió en una gran risa. Como el trueno a través de las montañas, la risa se expandía y reverberaba.

¿Quién se ríe?, me pregunté. “Somos nosotras”, fue la respuesta que llegó a mi mente.

“¿Quién? Nosotras, las plantas”.

“Las plantas se están riendo”. “Sí, oh, sí”.

“¿Porque estáis felices o por algo gracioso? Porque tú eres graciosa.

“¿Y qué tengo de graciosa?”. Tú le dices a la gente que la medicina de las hierbas surgió y se desarrolló por ensayo y error”.

“¿Y qué hay de gracioso en ello? ¿De qué otra forma podríamos haber aprendido qué plantas son comestibles, cuáles venenosas, y cómo usarlas como medicina y alimento?” “El método de ensayo y error es demasiado lento”.

“Pero no hay otra forma”. “¡Claro que la hay!”

“¿Cuál? ¿Cuál?” “¿Qué estás haciendo?”

“¿Qué estoy haciendo?” “Sí”

Pausa larga. Risa. Carcajadas. Risas a estallar.

“¡Estás hablando con las plantas!”

“¡Oh, es verdad!”. “Así es como la gente ha aprendido a usarnos. Nos escuchan, como estás haciendo tú ahora”.

Así empezaron mis lecciones sobre las plantas. Y así han seguido hasta el día de hoy. Y seguirán, seguramente, hasta que me muera.

“Quiero que todo el mundo sea capaz de escucharos”, les dije a las plantas en verano. “De acuerdo”, contestaron las plantas.

“Quítate los zapatos y los calcetines; deja que la energía de la tierra y la energía de las estrellas fluyan por tu cuerpo. Quítate las gafas y las lentes de contacto; ve lo que veas, no lo que pienses que tienes que ver. Pasa menos tiempo a alta velocidad en máquinas de metal; deja que sean el sol y la luna, el tiempo y las estaciones las que te marquen el tiempo. Duerme sobre una estructura redonda. Las esquinas atrapan nuestras voces.”

¿Quieres visitar el más allá? ¿Encontrar a las hadas? ¿Hablar con las plantas?

La respuesta es simple: “Tienes que estar en la naturaleza, pero no según tus normas, sino las de Ella”. Pon tus pies desnudos sobre la tierra. Estáte callada. Sé receptiva”.

Otra respuesta un poco más complicada es: “Elegir una planta Silvestre, pequeña o grande. Respirar con ella al menos diez minutos al día. Descalzarse. Estar en silencio. Ser receptiva”.

Al abrirte, descubrirás el caos. Si me preguntan cómo distingues una planta silvestre de una cultivada, contesto: “Las plantas cultivadas son plantadas con cuidado; las plantas silvestres florecen en el caos”.

El caos es un regalo para las hadas y una amenaza para los humanos. Nos gusta la fijeza y nos desagradan los cambios. La naturaleza sabe que la fijeza es muerte. La vida es cambio. El equilibrio es el paso anterior a la muerte. La vida es desequilibrio dinámico, nunca estático. La vida crece, cambia, envejece, se enferma, se pudre, le sale moho, y se recicla en nueva vida; nunca es perfecta, nunca está terminada. La vida es caótica. La muerte es rígida. Se resiste y se niega a interactuar; se mantiene distante; está en control.

La naturaleza es caótica. No le gustan las líneas rectas. Cuando estoy en los bosques, el camino se curva, los árboles presentan ramas rotas, las flores silvestres crecen en lugares imposibles, improbables, siempre hay un milagro. Para describir la presencia viva de la Naturaleza en su totalidad caótica creativa, podemos usar las palabras “deidad” y “hada”. Las hadas huyen de los jardines plantados en líneas rectas. Para atraer a las hadas, trata de estar a gusto estando un poco fuera de control.

¿Son diferentes las hadas de las deidades? Las hadas están en medio de todo; las deidades están “por encima de todo”.

Las hadas son locales; las deidades, internacionales. Las hadas son voladoras, flirteantes, cambiantes; las deidades son responsables, formales, fiables. Las hadas destellan, las deidades emanan. Las hadas hacen fiestas, las deidades miran las fiestas desde arriba. Se puede invitar a las hadas al jardín; pero nadie le pediría hacer nada a una deidad. (En cambio, una deidad bien te podría pedir que hicieras algo).

Dice la tradición que las hadas pasan la mitad del año bajo tierra y la mitad sobre tierra. La puerta de las hadas se abre el uno de mayo, el día de mayo. Se cierra el 31 de octubre, el día de los muertos. Las hadas sólo retozan en lugares silvestres, así que reserva una pequeña esquina silvestre de tu tierra cultivada para las hadas, donde pueda reinar el caos.

Para invitar a las hadas: en la víspera de mayo, o cerca de esa fecha, come alimentos deliciosos, bebe bebidas locas, escucha música estimulante, mejor aún, haz música embriagadora, canta, baila, quítate la ropa, expande los sentidos, enamórate. Si invitas a las hadas a tu casa y tierra, recuerda: a las hadas les gusta la diversión, lo mejor es reírse de lo que hacen. A las hadas les gusta confundir las cosas, disfruta con ello. Las hadas pueden ser malas contigo, si eres huraña, pueden causar una serie de pequeños estropicios. Dicen que a las hadas les gustan la leche y las piñas. Es bueno dejarles pequeños regalos.

“Somos las hadas. Somos las deidades. Somos los árboles. Somos las rocas. Somos las plantas en flor y los caminos flotantes. Somos la voz de la naturaleza. Somos verdes bendiciones.”


2008 © Susun S Weed

 

 

 Traducción de Carmen Valenzuela-Cervantes
* Contact Carmen

 

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Traducción de Carmen Valenzuela-Cervantes

 


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